Escribir es pensar

Hay una idea que flota con fuerza en estos tiempos: que lo visual manda, que los videos explican mejor, que el texto aburre. Y sí, el mundo se mueve a ritmo de scroll. Pero también es cierto que nada dice tanto de una persona —o de una marca— como la forma en que se escribe.
Escribir no es tipear. Escribir es pensar. Es hacer foco, elegir un punto de vista, ordenar el caos. Un buen texto no solo informa: interpreta. Pone en palabras lo que muchos sienten, pero no saben cómo decir. Por eso no es una habilidad decorativa, sino una ventaja competitiva.
En tiempos de IA, escribir bien se volvió todavía más importante. Porque ya no alcanza con que algo “suene bien”. Tiene que tener intención. Criterio. Dirección. La IA puede ayudar a arrancar, pero el pensamiento sigue siendo humano.
Y cuando hay poco tiempo, mucho ruido o algo en juego, se nota enseguida quién sabe escribir y quién solo junta palabras. Un mail mal armado puede escalar un conflicto. Un mensaje interno confuso puede desmotivar a un equipo entero. Un comunicado de crisis tibio puede dejarte del otro lado de la historia.
La buena escritura es estructura, tono y ritmo. Es saber qué decir, qué no, y cómo. Es entender a quién le estás hablando. Es editar sin miedo. Y es, sobre todo, tomarse en serio la responsabilidad de decir algo que valga la pena leer.
Hay marcas que le ponen más cabeza a un video de 30 segundos que a un texto que va a leer toda la organización. Hay voceros que hablan con claridad, pero no logran escribir dos párrafos sin perderse. Hay profesionales brillantes que no consiguen que sus ideas viajen, simplemente porque no las saben bajar al papel.
Escribir no es una tarea secundaria. Es una forma de pensar en voz baja. Y cuando está bien hecha, se escucha fuerte.